Dinosaurios en la niebla

Era una mañana desapacible. La débil luz del sol no era capaz de atravesar la espesa niebla que lo cubría todo y que ocultaba las maravillosas vistas del valle que se extendía más abajo. Un frío viento agitaba las ramas de los árboles. No se movía un alma… hasta que apareció el pequeño dinosaurio en el sendero.

Avanzaba con pequeños pasos, balanceando la cabeza hacia delante y hacia detrás. Gracias a su plumaje se protegía de las bajas temperaturas, y buscaba atento en el suelo algo que comer: pequeños insectos, gusanos, semillas, frutos…

No sabía que a través de la niebla dos pares de ojos le observaban: unos, curiosos; otros, hambrientos.

Lanzó un reclamo y un segundo dinosaurio apareció al cabo de un rato. Empezaron a interactuar entre sí, levantando las colas, erizando el plumaje, gorjeando, desconocedores del peligro que los acechaba.

El depredador, tan distinto a ellos, cubierto de pelo, se acercaba sigilosamente, con sus ojos amarillos fijos en ambas presas.

De repente, se oyó un estruendo y los iluminó una intensa luz… y los pájaros salieron volando cuando el coche apareció en la pequeña carretera. Antes de subirse en él, la chica, curiosa, observó como el gato se marchaba sin su desayuno.


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Este breve relato (y la ilustración que lo acompaña) fueron publicados originalmente el 8 de octubre de 2012 en El Blog de Las Hoyas, y el 24 de noviembre del mismo año en Koprolitos.

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