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RESEÑA: "DINOSAURIOS Y OTROS ANIMALES. PALEONTOLOGÍA Y SU IMPACTO EN LA CULTURA POPULAR"

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Cuando José Luis Sanz (al que, con su permiso, me referiré como Pepelu a partir de ahora) me habló por primera vez de su nuevo libro por teléfono, me comentó que era muy buen libro. Me refiero a lo puramente material, por decirlo de alguna manera. Utilizando un símil del mundo de la construcción, efectivamente todo en «Dinosaurios y otros animales» son primeras calidades: tapas duras, sobrecubierta, un papel estupendo, imágenes a todo color… Súmale las alucinantes ilustraciones originales de Xavier Macpherson y lo que tenemos, ya para empezar, es un libro de esos que da gusto tener en una librería y simplemente hojear de vez en cuando. ​Aclarado esto, «Dinosaurios y otros animales. Paleontología y su impacto en la cultura popular» no es solo una cara bonita, afortunadamente. En sus casi 600 páginas hallarás todo lo que siempre has querido saber sobre el Mesozoico y un poquito más. Sí, has leído bien, he dicho SEISCIENTAS. Estamos definitivamente ante un libro gordote, aunque por suerte

El dinosaurio ya estaba allí

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Sí, claro, por supuesto. A todos nos encanta Parque Jurásico. Estamos hablando de una novela de ciencia-ficción estupenda, así como de una película rompedora que marcaría un antes y un después en la manera en que el público veía y entendía a los dinosaurios. Generaciones de paleontólogos y dino-aficionados se han criado y formado gracias a esta saga, eso es innegable. Hasta nuestra querida asociación, Proyecto Nublar, bebe desde su misma concepción del universo surgido de las páginas escritas por Michael Crichton. Pero hoy, acercándonos al segundo aniversario de Proyecto Nublar y tras la celebración de la Primera Edición de la DinoCon , me gustaría escribir unas palabras como Miembro Honorífico de la asociación (¡muchas gracias, chicos!) para poner el foco en muchas otras piezas de la cultura popular que también merecen nuestra atención y reconocimiento. Porque antes, mucho antes de Parque Jurásico, el dinosaurio ya estaba allí. Antes de Blue, de Rexy y de Bumpy, teníamos ya a los icón

Los matarifes

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 El tufo a madera quemada lo inunda todo. La tarde se ha teñido de un verdor enfermizo debido al humo, a la niebla vespertina y a los efluvios reptantes desde las ciénagas. También flota en el ambiente el olor a carne chamuscada, proveniente de los cuerpos ennegrecidos de nuestros cerdos. Están tan muertos como mi hermano Lope, que cuelga de una soga atada a las calcinadas vigas del molino.  Le recuerdo subido a unos cajones, arengando a las masas, exhortando a los compañeros a alzar las armas y luchar contra los abusivos impuestos de la Corona. La Rebelión de los Molinos, la llamaron. Je. Poco duró la revuelta. El rey envió a sus fuerzas para sofocar el alzamiento con puño de hierro. Entre encarcelamientos, palizas y asesinatos pronto no quedó nadie con ganas de plantar cara. Solo Lope, indomable, seguía batallando, y yo, como buen hermano, resistía a su lado.  Ahora todo ha acabado. Hoy se ha presentado un pelotón liderado por dos matarifes. Han prendido fuego a Los Gemelos, los dos

El huevo

La porosa superficie empezó a resquebrajarse: el huevo se estaba abriendo. La doctora Elizabeth Challenger recordaba como si fuera ayer el día en el habían encontrado el cadáver del pájaro. Cinco años atrás, ella y su equipo habían llegado a una pequeña y remota isla del Pacífico. Su viaje había sido financiado gracias a un proyecto que buscaba estudiar y catalogar la fauna de Micronesia. Cuando llegaron a la isla, Elizabeth se sorprendió al comprobar su estado. Poco tenía que ver aquel lugar, con sus plantaciones y su pequeña y destartalada ciudad, con el recóndito paraíso tropical que sugerían las fotografías e informes consultados. Los lugareños les contaron que el turismo había empezado a llegar también hasta aquel apartado rincón del mundo, y habían aplicado la lección darwiniana de adaptarse o morir. Más desolador para la científica fue descubrir que muchas de las ricas zonas selváticas de la isla, donde se suponía que debían llevar a cabo su trabajo, habían sido sustituidas

La primera noche en el museo

Daban las diez de la noche. Pese a lo tarde que era, el museo había cerrado hace poco y los últimos trabajadores acababan de irse. La exposición sobre unas valiosísimas piedras preciosas encontradas por unos exploradores en el siglo XIX solo podría visitarse durante unos pocos días, y como resultado dicha exposición estaba siendo todo un éxito. Solo quedaban en el museo los dos vigilantes del turno de noche. - Escucha, novato. A veces, la primera noche en… “¿Novato? ¿En serio? ¿Yo?”, pensó el más joven de los dos. “Además, ¿quién habla así? “Novato”. Increíble… “. Centrado como estaba en su indignación, no se había dado cuenta de que el mayor seguía hablando y de que no le estaba escuchando. - Perdón, me he despistado. - Céntrate, coño, novato. ¿Quieres hacer caso? Te decía que, a veces, la primera noche en el museo puede asustar un poco. No me mires así, novato, te lo digo en serio. No sería la primera vez que pasa. Hay ruidos, hay sombras extrañas… Todo eso es no

Todo es culpa de Rocío Dúrcal

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- ¡Hu-hi! ¡Hu-ha!... - Dios, otra vez no… - … yo tengo un diplodooocus que acabo de cazaaar. - ¿Qué coño es eso? - Una canción estúpida de la Dúrcal. - ¡Hu-hi! ¡¡Hu-Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!! - ¡¡¡QUE TE CALLES YA, JODER!!! Durante unos segundos se hizo el silencio en el interior del coche. Todo el mundo parecía incómodo. - ¡Si te vienes conmigo te llevo a pasear! De un brusco volantazo, Marcos apartó el coche de la carretera y lo aparcó en la cuneta. A continuación se dio la vuelta hecho un basilisco. - ¿En serio, Alberto? ¡¿EN SERIO?! ¡Estamos atravesando unos bosques alemanes de la leche! ¡Y en vez de estar calladito y disfrutar del paisaje, te pones a dar el coñazo con tus memeces de dinosaurios, y a ponerme de los nervios mientras conduzco con la puñetera canción del diplodotus! ¡¡Estoy harto de esa canción!! - La canción del diplodocus. Di-plo-do-cus, no diplodotus. Diplodocus , del Jurásico superior de Norteamérica. Más de 30 metros de

Benditas icnitas

Una vez más, Alonso fue a ver las huellas de piedra. Sus padres no necesitaban su ayuda aquel día, así que disponía de toda la mañana para hacer lo que le placiera.  Recordaba a la perfección el día en que las habían descubierto, dos años atrás. Nuño Núñez, un pastor de ovejas, había desaparecido con la mitad de su rebaño durante una terrible tormenta. Nuño era un hombre querido en todo el pueblo, amable, alegre y dado a pasar las noches en la posada, regalando anécdotas y bromas a sus vecinos. La noche de la tormenta no apareció por la posada, y tampoco la siguiente. Al tercer día algunas ovejas descarriadas de su rebaño llegaron al pueblo, empapadas y en un estado deplorable, pero de Nuño aún no se sabía nada. Los rumores empezaron a circular entre los más cotillas, y todo el mundo empezó a temerse lo peor. Una caída, un desprendimiento, un torrente o el ataque de unos bandidos eran las opciones con más adeptos. Y entonces, una semana después, cuando todo el mundo le daba po